Con el paso del tiempo, el deporte me enseñó a ser más disciplinada, a descubrir cuáles eran mis prioridades en la vida, a ser más consistente, a conocer personas que teníamos algo en común, a ser una persona positiva y a comprender que en esta vida no siempre se gana, y que las derrotas nos ayudan uno crecer aún más. Hoy los papeles se invierten, soy Mamá de dos nenas y ahora es mi turno de guiarlas y transmitirles las enseñanzas que me dieron mis padres. Es por ello que después de ver que ellas nos mostraron su interés por la natación, mi esposo y yo decidimos inscribirlas en un equipo en donde literalmente disfrutan en gran medida de esta actividad “como pez en el agua”. Y con ello confirmo que toda actividad que realicen en sus vidas, merece un esfuerzo, pero vale la pena, ya que en este caso, he visto que a pesar de las constantes horas de entrenamiento y el correr de un lado hacia otro, todo tiene una recompensa, ya que ver a mi hijas felices y triunfadoras, me hace la mujer más feliz del mundo.